lunes, 7 de enero de 2013

Navidades en el Caribe



Hola y feliz año a todos! Llevaba un tiempito sin escribir porque recién vengo de  hacer el viaje más largo y aventurero de los que he hecho, y espero que sea el primero de muchos más. El recorrido han sido más de 3.000 kilómetros por carretera en un periodo de casi tres semanas, con un presupuesto muy limitado, de unos 250 euros, con lo que ha habido que ingeniárselas para viajar, comer, beber, moverse y entrar a los lugares.

Con ese presupuesto tan limitado decidimos que la mayor parte del viaje la haríamos acampando y para alimentarnos cocinaríamos. Así que de Xalapa salimos Berta, que es mi compi de piso, Rodrigo, un amigo chileno, y yo como los caracoles o los gitanos, con la casa a cuestas: ollas, mantas, frutas, verduras, latas, especias, vasos, cubiertos, platos, etc. Imaginaros la escena. Y cinco botellas de nuestros flamantes licores que no pasaron los controles y se las quedaron los mamones huevones de la estación.

La primera etapa del viaje fue quizá la más dura: 33 horas de autobús para recorrer los 1.500 kilómetros que separan Xalapa de Tulum. Como ya dije, México es un país gigantesco. Además, en lugar de ir por el camino más corto, nosotros recorrimos toda la península de Yucatán hasta llegar a Cancún, y de ahí a Tulum. Alguien que saliera en avión desde Madrid, podría ir allí, tomarse un café, ver las ruinas, volverse, y a nosotros aún nos quedarían más de 3 horas de viaje.

Así que allá llegamos atontados perdidos a reunirnos con Rodrigo y Katia, otros dos amigos chilenos, a la playa de Tulum, de noche, pero con la luna casi llena, con lo que ya podíamos intuir dónde estábamos: en el paraíso maya, un lugar que solo había visto hasta entonces por la televisión. El camping estaba apenas a un kilómetro de las ruinas mayas, la zona está protegida y  por eso el lugar es intocable y las playas permanecen vírgenes, con sus palmeras dando cocos y sombra, arenas blancas, aguas cristalinas y algunos pequeños corales con pececillos de colores cerca de la costa, que ni se inmutan al paso de los bañistas.

Pero lo que más me impresionó, aparte de las ruinas, que están sobre un acantilado y están protegidas por decenas de iguanas, fueron los cenotes, lugares sagrados para los mayas. Estos impresionantes agujeros en el suelo están poblados de cuevas subterráneas de agua dulce que se mezclan con el agua del mar. Bucear por ellos y ver la cantidad de colores y sombras, las formas y pececillos que se esconden tras las raíces de los manglares no tiene precio. Y realmente no lo tuvo, porque la entrada fue libre. En las orillas había ejércitos de mapaches y tejones que esperaban cualquier descuido para robar comida. Y así fue, nos robaron el pan.
 
El camping costaba 100 pesos la noche, pero si andabas tres metros esa propiedad pertenecía a otra persona y eran 50 pesos la noche, unos 3 euros. Nada de vallas ni protecciones. Así que al día siguiente movimos nuestras tiendas unos pocos metros.

Lo que menos me gustó de Tulum es que es una zona muy turística y ya no hay tanta amabilidad entre los comerciantes. Para ellos todos somos dinero con patas. Pero de nosotros no iban a sacar mucho… En este tipo de lugares hay dos precios: el precio turista y el precio autóctono. Entre estos precios hemos tenido que movernos todo el viaje. Por eso, es importante preguntar una y otra vez el precio a diferentes personas para saber después hasta dónde estirar la negociación. Al turista estándar todo le parece barato y todo lo paga, no le importa que le estén engañando. 

¿Y cuál es la mejor forma entonces? Hacer un raid o que te den un aventón. Así se llama en México a colocarse en la carretera, levantar el dedo y ¡sacar la mejor de las sonrisas! Y con un poquito de paciencia funciona. Siempre te recoge gente interesante de la que aprender algo o intercambiar información sobre lugares y precios. El mejor fue un madrileño que no creía que yo fuese español. ¡Es que ya no sé ni qué carajo hablo! ¡Tuve que sacar mi mejor valenciano para que se convenciera!

El camping era como una gran familia, con muy buena onda. El día de Nochebuena se hizo muy raro, en bañador en la playa y con una hoguera asando patatas y longanizas. Además, esta vez nos acompañó Paulette, el personaje más extraordinario del camping. Esta señora francesa de 70 años o más, pero con una vitalidad juvenil, había dejado a toda su familia en su rancho de California para pasar una temporada en el Caribe mexicano y más tarde a girar por México con su djembé. Paulette es una de las primeras hippies y tenía tantas historias que, a pesar de no parar de contar una y otra, apenas repetía alguna. Decía que su marido era un guitarrista americano que la había engatusado a los 18 años en París y se había ido con él a vivir el rock and roll. Decía que estuvo en San Francisco con los artistas Beat, en los festivales más recordados de la historia junto a Janis Joplin, que recorrió Sudamérica tocando música, acompañando a su marido y criando a sus hijos, etc. No sé cuanto de verdad y cuanto de adorno habría detrás de esas historias, pero solo el hecho de verla allí ya era toda una historia para contar. Y yo me las quiero creer, al menos la esencia.



Rodrigo y Katia llevaban en Tulum una semana, pero venían de estar unos meses por Guatemala. Nos lo vendieron tan bien que decidimos que ese sería nuestro próximo destino. No estaba tan lejos, pero había que atravesar Belice, un total de 4 fronteras y 3 diferentes monedas para llegar hasta allí. Así que nos informamos lo mejor que pudimos y tras 5 días en el paraíso salimos ya de noche rumbo a la terminal de autobuses bajo una tormenta que nos despedía. Y con la arena pegada por toda nuestra ropa y enseres.

No me enredo más.  ¡Ya os contaré! Por cierto, como nunca he tenido cámara, no he podido hacer ninguna foto (el día que tenga una será el día que tenga mucho dinero y será la mejor. Y temblará tanto la cuenta corriente que no podré ni hacer estos viajes), colgaré fotos de Google y de las que me vayan mandando por correo. He desarrollado una nueva técnica, aunque ya estaba inventada: se llama Photostop y consiste en pedir fotos a toda la gente que conoces y dar la dirección de correo. A ver cuántas llegan, pero será divertido reconstruir el viaje a través de la gente que uno ha ido conociendo. De momento, solo tengo esta de los tejones y mapaches del cenote. El zorromoco2 se expande por el mundo jajaja.

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