Cuento de la chica de goma
Se perdieron los valores que transmitían los cuentos infantiles.
Los niños crecen en un mundo superficial y todos lo permiten.
Mi autoestima era un relicario vacío.
Mi bolsillo un poderoso caballero.
Así me fui a buscar al genio
de la lámpara de Aladino.
Conciencia fusiló a Campanilla,
“no hagas culto al cuerpo”, me decía
mientras la encañonaba Pepito Grillo
con su imponente falo de mercadillo.
Mi deseo fue ser bella por fuera,
a costa de ser por dentro bestia,
y es que la vanidad es una fiera
que se sacia matando a la modestia.
Ahora visto con habichuelas mágicas
de la talla treinta y seis.
Adicta al cuero, del dinero parásita,
sin billetes no me veréis.
Quiero ser la más admirada,
la Cenicienta del cuento.
Hasta las doce no estés despierto
que mis tetas serán calabazas.
Cuando salga de marcha
con mis modelos tan chic,
varita mágica será mi mirada:
levantará la flauta de Hamelín.
Esta noche espero tener la suerte
de encontrarme con Pinocho.
Podré pedirle mientras miente
que husmee dentro de mí, ¡coño!
Da lo mismo si ayer me viste,
si de mis labios salio un te quiero.
Que más da si en mi disfraz de cisne
habita un alma de ogro embustero.
Soy nómada emocional, espíritu gregario,
esclava de la tele, de la publicidad.
Deformada, creo que me reflejo
en un espejo que pinta la realidad.
Qué importa si soy el patito feo
que se operó de sus complejos.
Sé que el barquito chiquitito
nunca volvió a navegar.