martes, 21 de diciembre de 2010

Filosofía Vs. Ciencia

Hoy en día la filosofía está muy devaluada, poca gente de a pie cree en su utilidad. Para ellos los filósofos son unos tarados y la gente que se sale de los cánones y le da por divagar, es decir, pensar, pues más de lo mismo, unos perturbados mentales. Con esto nos podemos hacer una idea del mundo en que vivimos, un mundo en el que reina la ignorancia y la simplicidad, entre otras cosas; aunque ese es otro tema para profundizar. Creo que están equivocados porque no ven o ignoran la ayuda que la filosofía ha hecho en la formación y evolución del pensamiento humano. Concretamente, se cree que la inventaron los egipcios hace algunos miles de años, aunque la pusieron de moda los griegos.
La filosofía es la base del pensamiento racional, la madre de la ciencia, el punto de partida, el principio de un largo camino en la historia de la humanidad donde la ciencia es el final, pero las dos siempre deben estar activas retroalimentándose: la ciencia de hipótesis filosóficas y la filosofía de resultados convincentes al 100% logrados empíricamente.
Si la realidad fuese una roca por pulir, la filosofía trataría de esbozar a grandes rasgos las posibles formas en forma de bocetos para que la ciencia mediante sus procedimientos pudiera inspirarse en éstos y comprobar la veracidad o falsedad de cada uno de ellos investigando, formulando hipótesis, analizando resultados, etc., es decir, puliendo al detalle cada idea para ver cual se asemeja más a la realidad.
Filosofar es abrir la mente, es la conexión de la misma con los sentidos y éstos con el entorno. Filosofar es pensar por uno mismo, tener criterio, madurez mental; no ser una marioneta, ni un autómata. El sistema educativo no ayuda a crear un ambiente propicio para filosofar o pensar por diversas razones.
Para empezar crea un clima competitivo en el que sólo valen los resultados en valor absoluto. No mide la relación capacidad-esfuerzo, con lo que es probable que se den casos que gente poco capaz que se esfuerce mucho no logre superarlos y gente muy capaz los logre con una insultante facilidad. De esta forma, la persona poco capaz se irá desmotivando al ver que su esfuerzo no ha valido la pena y la persona muy capaz llegará un momento en que su vagancia le haga estrellarse.
Otro aspecto a tener en cuenta es la creación de autómatas, algo que, afortunadamente, me consta que está cambiando. La educación nunca había fomentado el pensamiento libre fuera de los libros, ni había luchado por despertar la curiosidad, la chispa que enciende el pensamiento. Lo que hasta hace poco había hecho y en muchos lugares seguirá haciendo es exigir la memorización de libros en vez de su aprendizaje y comprensión, a lo que también han contribuido mucho los alumnos, que tampoco tienen una curiosidad innata, están distraídos con la infinidad de placebos que ofrece el sistema.
Los libros sirven de gran ayuda, pero uno no debe quedarse en el rectángulo de su forma ni en el plano de sus hojas. Es necesario salir de ahí: meditar lo que se ha leído, compararlo con otros, preguntar a todo el porqué…en otras palabras, atreverse a pensar y además hacerlo de forma filosófico-empírica. Para creer ya está la iglesia y su doctrina.
La filosofía no es exacta, ni una verdad absoluta, no es como la ciencia. La única herramienta que posee es el conocimiento. La ciencia es más completa y más precisa, pero necesita de la filosofía para alimentar sus hipótesis y viceversa, la filosofía necesita a la ciencia para que demuestre el acierto o el error de sus postulaciones.
La filosofía no es grandeza, no es necesario acertar, lo importante es intentar pensar, desarrollar la capacidad intelectual de cada individuo para que, en su conjunto, el crisol de pensamientos consiga la fuerza necesaria de sabiduría y esfuerzo con las que intentar descifrar los enigmas que rodean al ser humano, su entorno y su existencia. Es necesario crear esos miles de espermatozoides que son las ideas y que alguno de ellos penetre en la verdad. A partir de ahí se formará el embrión y es cuando la ciencia podrá intervenir. La filosofía es la que primero inspecciona el terreno y deja las bases a la ciencia para actuar.
Por tanto, sabemos que aún nos queda mucho camino por recorrer, no sabemos cuanto queda porque desconocemos cuando lograremos responder a todas las preguntas que se hace la humanidad. Lo que sí que se puede asegurar es que no son pocas. También sabemos que llevamos mucho camino recorrido y debemos aprender de ello para retroalimentarnos, es decir, esquivar esas pequeñas piedrecitas que pudieran plantearnos problemas en el pasado para que no lo hagan en el futuro, este incierto futuro que nos espera.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Oniris


Besaba mientras mordía, a medio camino entre la dulzura y el desgarro. El aliento se agitaba y menguaba a golpes, espasmos que la poseían y la hacían poseer. Cerraba los ojos y sentía como se erizaba hasta el último recoveco de su inocente piel. El mundo se podía condensar bajo esas paredes. Nada existía más allá. La luz de las velas, tenue y cálida, era propicia para desatar todos sus deseos. Clavaba las pupilas en sus ojos, hundía las uñas en el torso mientras el ritmo del galope se incrementaba progresivamente: andante, allegro, presto, prestísimo… ¡Bum! Silencio. Se abrazó a él fuertemente agarrando hasta el último detalle de aquel instante.




Levantó los párpados y un dolor punzante en la sien la devolvió a la realidad. Ladeó la cabeza y notó como se resquebrajaba. Le costó algunos segundos averiguar cómo había llegado allí. No sabía si había dormido horas o apenas unos minutos. Aún era de noche. Su cuerpo estaba empapado en sudor. Miró a su alrededor, se esparcían por la habitación varias botellas de vino, el reflejo de un vaso apurado y algunas prendas íntimas, no era difícil intuir que la velada había sido intensa. Exprimió su cerebro, anudó tantos cabos como pudo y extendió el brazo hacia el otro extremo de la cama. Frío. Se le contagió velozmente, como una descarga eléctrica. Sintió una bola de angustia en su estómago, le oprimió el pecho y se le incrustó en la garganta. Gritó. La luz de las velas, tenue y cálida, deformaba los objetos en imágenes monstruosas. Deseaba escapar de aquel lugar, evaporarse. Habría preferido no despertar nunca.