viernes, 26 de agosto de 2011

Scottish myself

Este es el segundo y último capítulo del cuaderno de bitácora, aventuras escocesas. En el último mes la verdad que no hay mucho que contar, la novedad del lugar ha pasado y los días han empezado a calcarse uno tras otro,  es decir, rutina. A pesar de eso el tiempo vuela.

Aquí no hay mucho que hacer durante las horas de trabajo, después de hacer las camas solo hay que esperar a que venga gente, así que procuro leer, escribir, estudiar y ahora soy colaborador de un periódico digital y le traduzco textos.    

Aunque siempre intento hacer algo diferente, si el tiempo o la salud no lo impiden. Una es asomarme y ver si están jugando al fútbol  los niños e ir a jugar con ellos, e intento enseñarles un poco el tiki-taka, porque si a los nórdicos solo les gustaba rematar de cabeza, a estos lo único que les importa es chutar desde cualquier lado, y vaya no lo hacen nada mal, pero no saben pasar el balón. Aún así  sigo siendo el mejor, pero esos pequeños cabrones nunca se cansan de correr.

También voy a un bar a darle a la armónica con unos abueletes que tocan de puta madre y a iniciarme en el folk, country y lo que se ponga por delante. Lo malo es que se juntan cada dos semanas y se me queda corto.

Otra afición en los días libres es irme al monte  de aventura, sin camino ni reloj  (con el riesgo de que me caiga una tormenta y me chope) y dejar pasar el día, tirado por ahí, andando, observando el comportamiento bovino, saltando las piedras de los ríos como un niño de 10 años, oliendo las plantas creyendo que así sabré de plantas y cualquier tontería que se me ocurra en el momento.

Y ayer me ocurrió algo que me lleva ocurriendo toda la vida y cada vez más a menudo. Causalidades rocambolescas. Iba andando por el monte perdido, me había metido en el cerco de un rebaño de ovejas y la mayoría huyeron, pero tres  venían hacia mí. Dije: “Mira ya viene el jefe de la manada y sus secuaces a decirme quién manda.” Me acojoné por un momento pensando que iban a atacarme, levanté el palo como el tío la vara y se fueron despavoridas. Al fin y al cabo son ovejas, un animal inofensivo, pero estas llevan cornamenta  y no hay que subestimarlas. 

Cuando salí del campo había una carretera y venía un grupo de gente, comencé a oír hablar castellano,  les pregunté que dónde estaba (y yo soy el que vive aquí) y me junté con ellos. Resulta que eran canarios y uno de ellos vivía desde hace tres años en Santiago, íbamos a los mismos bares, estuvimos juntos en la acampada, participó en vídeos que hicimos, teníamos conocidos comunes y por supuesto no nos habíamos visto en la vida, ¡manda carallo!  ¡Y nos tenemos que encontrar en los montes de Escocia! Este tipo de cosas me dejan roto.

Como se puede ver apenas hablo de gente y todo lo que hago lo hago yo solo. Pues sí, yo soy mi mejor
amigo y mi peor enemigo. Yo, yo, yo y yo, ¡qué coñazo! Pero las compañeras dejan mucho que desear, desde que se fue el colega francés, hace casi un mes, me he quedado descolgado, medio a propósito, medio sin querer.  

Las chicas, Elisa, Fi y Ellie, son bastante individuales y no lo ponen nada fácil. Si la conversación no fluye porque no me llega el vocabulario no se esfuerzan lo mínimo, no ponen nada de su parte. Jamás se acercan, jamás te introducen. Así que cuando me interesa voy y cuando no, no voy. Y cada vez me interesa menos. Ellie es con la que mejor me llevo, es una chica de 18 años y es tan tímida que hay que sacarle las palabras con sacacorchos, pero al menos no tiene maldad. Me está enseñando a hacer tartas y poco más da de sí la cosa. Siempre me contesta con monosílabos, servicial, pero está deseando irse, escapar de mí. A veces pienso: ¿Le he hecho algo? ¿Le gusto? Pero es así con todo el mundo.

Elisa y Fi son dos chicas que se alimentan a base de hamburguesas y pan con mantequilla. Elisa siempre está de mal humor, yo creo que es cosa de la tensión.Y tiene un peculliar sentido de la propiedad: lo suyo es suyo y lo de los demás es comunitario. También suelen devorar las tartas que hacemos, que no duran ni un día. Nunca dan las gracias, ni dicen si está buena, aunque está claro que sí. Ya podéis imaginar el calibre de sus cinturas.Nunca moverán un dedo por ti. Tienen  desequilibrios emocionales, pero tampoco quieren ayuda, y son egoístas, no piensan en el otro, no comparten. No me gusta ese tipo de gente. Pero no voy a discutir, solo voy a hacer cuantas más tartas mejor, a ver si se dan cuenta o sino en el mejor de los casos revientan.
 
Como dijo una amiga el recuerdo de los lugares lo hace la compañía y en este caso la compañía empaña el lugar. Pero no le quita belleza. Por otra parte, se supone que esto es lo que venía a buscar, un sitio donde desconectar y tener tiempo para mis movidas. Pero también es verdad que tanto YO a larga te puede llevar hacia la locura. Hace falta gente, y buena, somos seres sociales. Por eso, suelo compartir muchos días con los turistas que vienen y van. Y muchos días me entran ganas de irme, dejar el curro, pillar la mochila y largarme a recorrer Escocia a dedo todo el día borracho… pero de momento me corto, para un curro que consigo creo que aguantaré hasta el final. 

Y por lo demás no me he movido de aquí, excepto cuando vinieron el Carlos y el Kike que hicimos un viaje a la isla de Skye, una isla para perderse unos días recorriéndola a pie. De ahí son las fotos.¡Gracias por la visita! Y nada en septiembre vuelvo a España con las pilas cargadas y sabiendo que me he perdido el verano en el pueblo, pero he ganado otras cosas de las que ya me daré cuenta en su día. 

Besos y abrazos.

4 comentarios:

  1. Ese Burrach, colaborando con kaos, me entere antes de leer el blog, ya que ojeo las noticias todos los dias, me parecio interesante el resumen y despues de ver burrach, me quedo claro de quien era.
    Ten cuidado, que igual al principio no pasa, pero despues cuando no tienes soledad y tranquilidad la echas de menos.

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  2. Siempre es agradable leer, y mas conociendo el que escribe. Nos veremos pronto y haber si te animas al relato, un abrazo

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  3. Gracias tio jaja otra causalidad yo que le dije que no me pusiera el nombre para pasar desapercibido y el remedio fue la enfermedad. La verdad que seguro que la echaré de menos, pero tanta dosis...a mi ya sabes que me va mucho la marcha!!jeje

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  4. ¿E de Nessy nada? que decepción... jajajaja

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