Llevo mucho tiempo sin escribir porque apenas me queda ya
tiempo libre de reflexión. Vivo ocupado, en un constante acelerado y la culpa
ya no creo que sea de las circunstancias o de la mala suerte, creo que va
implícito en mi razón de ser, tiendo hacia ese estado, pero lucho y lucharé por
cambiarlo en un futuro espero no muy lejano.
Pero bueno estas últimas semanas no han sido así
exactamente, sino que han sido un soplo de aire fresco para mi agotada rutina.
Hasta dicen que me ha cambiado la cara, ahora me noto más relajado y
desaparecen las canas. A ver cuánto dura…
La cosa es que para iniciar las vacaciones me admitieron a
participar como voluntario en Cumbre Tajín, un festival que se celebra al norte
del estado de Veracruz. Al principio el único motivo por el que solicité
participar fue para poder ver en directo a Los Tigres del Norte, que eran el
grupo cabeza de cartel y los que cerraban el festival. ¿Cómo irme de México sin
verlos con esta gran oportunidad que se presentaba ante mí? Y verlos sí que los
vi, pero para entonces ya me había dado cuenta que esa razón se iba a convertir
en una de las menos importantes.
El festival gira en torno al conocimiento, preservación e
intercambio de las diferentes culturas indígenas de México y el desarrollo de
la convivencia con el ‘México occidentalizado’. ¿Cómo? Mediante
representaciones de circo, música y danza y con una infinidad de talleres donde
se enseñan algunas artes milenarias como la construcción de flautas con la caña
de azúcar, bordado, lengua totonaca, permacultura, etc.
Pero no todo es color de rosa. Según escuché, la
organización y los beneficios del festival no están gestionados por el pueblo
indígena, conque la plata se la quedan otros. Pero bueno, yo me dejé llevar
por los colores y la primera impresión de un extranjero ignorante y sorprendido.
La sede se ubica cerca de las ruinas del Tajín, una
importante ciudad antigua de la cultura totonaca. Por ello, esta cultura es la
que más presencia tuvo, pero también acudieron culturas de varios estados de
México. Es el caso de unos raperos mayas, danzantes del estado de Guerrero, mujeres del desierto
de Sonora e incluso invitados de otros países: mapuches de Chile y un monje
tibetano.
¿Y qué fui yo a hacer allí? Pues cuando mandé el mail di
cuenta de mi recital de dolencias físicas y pedí que no me encargaran hacer
tareas forzosas, y si pudiera ser, en algo relacionado con la comunicación. Y
mis deseos se cumplieron y acabé como voluntario en Radio Tajín, un proyecto de
radio comunitaria creado y realizado por la gente de la región. El proyecto es
para jóvenes interesados en difundir su cultura y raíces. Así que el primer día
conocí a las chicas y chicos y me di cuenta que nadie había estudiado
propiamente algo relacionado con la radio y que lo hacían por amor al arte y de
forma desinteresada. Algunos habían tomado algún taller, pero esta iba a ser su
primera experiencia como informadores.
Así que me comprometí a ayudarles y enseñarles en todo lo que
pudiese en cuanto a la parte técnica: edición de audio, preparación de
entrevistas, colocación de la grabadora… Y en lugar de verme como un intruso
que llega a dar órdenes, cosa que me imagino que pudiese ocurrir en España, me
acogieron como a uno más y fuimos durante 5 días como una familia. Y finalmente
creo que yo aprendí mucho más. Y qué bonita sensación la de sentirse uno útil, ayudando y haciendo lo que le gusta. Una utopía en mi país que cada vez me aleja más de él.
Una de las ventajas del puesto que me había
tocado es que pude conocer varias áreas del
festival, recorriendo muchas de las áreas para hacer entrevistas. Así, los abuelos y abuelas nos
contaban sus experiencias de cómo habían aprendido a hacer la masa y hornear el pan, del arte de paciencia, dulzura y amor infinitos que se requieren para extraer la
semilla del algodón, amontonarlo, colorearlo, extraer los hilos y tejer vestidos, un proceso que puede llevar semanas...pero el arte que más me
fascinó entre todas fue ver cómo se obtiene el azúcar de caña.
La técnica consiste en un eje que va girando gracias a la fuerza de un caballo y aplasta y exprime la caña, de la que se extrae el agua. Una vez concetrada el agua en una tina grande, se hierve en un horno de barro a fuego lento durante 4 o 5 horas hasta que toma un color oscuro parecido al caramelo. Una vez ahí se envasa en moldes y se deja enfriar y endurecer. Y ya está lista la panela. ¡Y qué rica está!
Mucha parte del tiempo me dedicaba a editar los audios, ya
que teníamos la obligación de lanzar una pista diaria y tenía que terminarse.
El lugar de trabajo era caótico, pero un caos con amor. Imaginad la escena: una
oficina del tamaño de un salón en la que trabajaban las áreas de cine, circo, radio, comunicación, redes y audiovisuales. El ambiente se respiraba por momentos sobresaturado de personas yendo y viniendo, con la música alta, gritos,
risas, carcajadas…y dos pobres personitas intentando escuchar las grabaciones de audio de lo que se está
editando. Recuerdo un momento que me iba a estallar la cabeza y apareció la
salvación. De repente, escuché: ‘¿Alguien quiere mezcal?’ Sin dudarlo me
levanté de la silla y me fui a tomarme 3 o 4 chupitos de esa bebida de los
dioses, que luego rebajada con una cerveza fresquita aterrizó bien en mi
estómago y en mi espíritu.
Resulta que un grupo de danzantes del estado de Guerrero
habían traído dos litros por cabeza de mezcal artesano de su pueblo. El mezcal
es una bebida parecida al Tequila, pero elaborada artesanalmente y por eso
quizá algo más fuerte. Y por ser extranjero se ‘ensañaron’ conmigo y me dieron
de beber todo lo que el cuerpo me pidió…y lo que no también. ¡Y yo tan contento!
Al final la pista quedó rodada y esa noche la pasé dando brincos con el concierto de música electrónica, con lo que a mi me gusta jejeje.
Y es que lo de ser extranjero es muy exótico. Recuerdo nada
más llegar que un grupo de
estudiantes nos rodearon a mí y a Esteban, un colega argentino, acribillándonos a preguntas e imitando mi acento con '¡Joder, tío! ¡Hostia!' y, de repente,
conceder una entrevista a unos tipos que hacían un documental sobre el
festival. Nada más llegar y ya parecíamos famosos jajaja. Desde el primer momento tuvimos que
perder la vergüenza, nuestros rasgos no nos dejaban pasar desapercibidos.
El ambiente entre los voluntarios era genial, conocí a tanta
gente en una semana que apenas puedo recordar 50 o 60 nombres si acaso… Pero
siempre sonrisas y buena onda por todos los rincones, aunque fuera duro el trabajo.
Las jornadas comenzaban levantándose a las 7.30 de la mañana y terminaban a las
6 de la tarde. Por momentos estuvimos rondando los 47 grados, pero eso no
impedía llegar a desayunar, comer o cenar y compartir un buen rato de bromas y
chistes.
Las comidas fueron de lo mejor del festival. Acostumbrado a
la dura vida del estudihambre, pasé a tener buffet libre tres veces al día de carne, pescado, legumbres, fruta y verdura en un mismo plato. Así
que aproveché para comérmelo todo con los ojos y de paso ganar algunos kilos. A
veces sentía que reventaba…pero siempre se podía probar algo nuevo.
Y ya a partir de las 7 comenzaban los conciertos, aunque la
mayoría de los días acabábamos tan
cansados que los disfrutábamos desde el césped, sentaditos y con unas cervezas.
Aunque el primer día vino Chambao y allí
estaba yo como loco con mi vena flamenca bailando y enseñando como si supiera jajaja. También desfilaron por los escenarios
Juanes, Julieta Venegas, Ziggy Marley (hijo de Bob), Pet Shop Boys, Nortec,
Smashing Pumpkins y los que más gente congregaron, los Tigres.
Y la experiencia más mística quedó para el último día, que nos
invitaron a un temazcal tras una entrevista. Es una especie de sauna de purificación con hierbas
aromáticas en la que se evaporan todas las malas energías del cuerpo. Como era
mi primera vez, intenté exprimir al máximo la experiencia y salí de allí
volando y con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando abrí los ojos estaba ya
recostado en una palapa, junto con mis compañeros, y escoltado por un grupo de
ancianas totonacas que nos cuidaban y nos velaban.
Ya han pasado algunas semanas y el tiempo va desvaneciendo los miles de momentos, los recuerdos ya no se ven tan nítidos, por eso me dejo muchas cosas en el camino por contar. Fue una semana
de intensa convivencia en la que dejo muchos amigos conocidos y por conocer, en
la que he aprendido muchísimo y de la que sale otro nuevo yo, más consciente de
que existen otras realidades, creencias y mitos tan válidos como los de la
cultura imperante. Y que deben ser compartidos y cuidados.
Besos a todos!