miércoles, 24 de abril de 2013

Neuromarketing y rituales



7:30 de la mañana y suena el despertador del iPhone. Tras remolonear 10 minutos más en la cama, decides levantarte, pero no de cualquier manera, sino apoyando primero la pierna derecha. Luego estiras la espalda y vas hacia la cocina a prepararte un Nescafé. Mientras desayunas con tostadas de pan Bimbo, ojeas en internet el diario El Mundo. Más tarde, te lavas los dientes con Colgate, te perfumas con AXE y te afeitas con Gillette. 

Podríamos seguir enumerando todas las acciones programadas que el individuo haría y no seríamos capaces de distinguir en qué día de la semana estamos. ¿Por qué? 

 Los seres humanos obedecemos a repetir actos periódicamente que se repiten en el tiempo, bien por cotidianeidad, bien por la celebración de algo especial. Estos actos son los llamados rituales. Los rituales siempre han estado presentes desde que el ser humano comenzó a erguirse sobre sus pies. Incluso en el reino animal muchas especies adoptan costumbres rituales para aparearse, comunicarse o alertar del peligro.

 El ritual o repetición de acciones nos permite sentirnos seguros con el entorno en el que nos encontramos. Nos proporciona una estabilidad que ayuda a automatizar las acciones y evitar estar continuamente aprendiendo cómo hacer las cosas un día tras otro. Imaginemos levantarnos en una casa diferente cada día. ¿Cuánto tiempo perderíamos buscando las cosas? ¿Sentiríamos la sensación de seguridad desayunando en una taza diferente? Seguro que no, porque no sentiríamos el lugar como nuestro, no estaría interiorizado en nuestras mentes, y la sensación de inquietud permanecería latente.
Un estudio de 2007, realizado en 26 países demostró que la mayoría de los seres humanos realizamos una serie común de rituales previsibles durante el día de forma irracional, muchos de éstos relacionados con tener el control de las situaciones cotidianas. 

Otro tipo de ritual es el que tiene que ver con las creencias y tradiciones. Por ejemplo, los cumpleaños, la navidad, el fin de curso, etc. Estas celebraciones dan cohesión y seguridad a la persona por sentirse dentro del grupo social. Todos se satisfacen porque aceptan y son aceptados socialmente.

¿Qué tiene esto que ver con el Neuromarketing y las marcas? Según Lindstrom, los estudios llevados a cabo han concluido que existe una relación emocional más fuerte con una marca cuando a ella va asociada algún tipo de ritual.  Los rituales acercan la marca al cliente, tanto que el ritual propio sin esa marca no sería lo mismo. Por ejemplo, chupar la Oreo, comer 2 Petit Suisse, crujir las Pringles, tomar cerveza Corona con un limón, etc.

Por este motivo, muchas empresas se han lanzado a la carrera de intentar crear rituales para crear lazos más fuertes con los consumidores. Pero el hándicap es que cambiar los hábitos de los consumidores se antoja una tarea muy complicada.



jueves, 11 de abril de 2013

Tajín ‘El renacimiento del ser’


Llevo mucho tiempo sin escribir porque apenas me queda ya tiempo libre de reflexión. Vivo ocupado, en un constante acelerado y la culpa ya no creo que sea de las circunstancias o de la mala suerte, creo que va implícito en mi razón de ser, tiendo hacia ese estado, pero lucho y lucharé por cambiarlo en un futuro espero no muy lejano.

Pero bueno estas últimas semanas no han sido así exactamente, sino que han sido un soplo de aire fresco para mi agotada rutina. Hasta dicen que me ha cambiado la cara, ahora me noto más relajado y desaparecen las canas. A ver cuánto dura…

La cosa es que para iniciar las vacaciones me admitieron a participar como voluntario en Cumbre Tajín, un festival que se celebra al norte del estado de Veracruz. Al principio el único motivo por el que solicité participar fue para poder ver en directo a Los Tigres del Norte, que eran el grupo cabeza de cartel y los que cerraban el festival. ¿Cómo irme de México sin verlos con esta gran oportunidad que se presentaba ante mí? Y verlos sí que los vi, pero para entonces ya me había dado cuenta que esa razón se iba a convertir en una de las menos importantes.

El festival gira en torno al conocimiento, preservación e intercambio de las diferentes culturas indígenas de México y el desarrollo de la convivencia con el ‘México occidentalizado’. ¿Cómo? Mediante representaciones de circo, música y danza y con una infinidad de talleres donde se enseñan algunas artes milenarias como la construcción de flautas con la caña de azúcar, bordado, lengua totonaca, permacultura, etc.

Pero no todo es color de rosa. Según escuché, la organización y los beneficios del festival no están gestionados por el pueblo indígena, conque la plata se la quedan otros. Pero bueno, yo me dejé llevar por los colores y la primera impresión de un extranjero ignorante y sorprendido.

La sede se ubica cerca de las ruinas del Tajín, una importante ciudad antigua de la cultura totonaca. Por ello, esta cultura es la que más presencia tuvo, pero también acudieron culturas de varios estados de México. Es el caso de unos  raperos mayas, danzantes del estado de Guerrero, mujeres del desierto de Sonora e incluso invitados de otros países: mapuches de Chile y un monje tibetano.

¿Y qué fui yo a hacer allí? Pues cuando mandé el mail di cuenta de mi recital de dolencias físicas y pedí que no me encargaran hacer tareas forzosas, y si pudiera ser, en algo relacionado con la comunicación. Y mis deseos se cumplieron y acabé como voluntario en Radio Tajín, un proyecto de radio comunitaria creado y realizado por la gente de la región. El proyecto es para jóvenes interesados en difundir su cultura y raíces. Así que el primer día conocí a las chicas y chicos y me di cuenta que nadie había estudiado propiamente algo relacionado con la radio y que lo hacían por amor al arte y de forma desinteresada. Algunos habían tomado algún taller, pero esta iba a ser su primera experiencia como informadores. 

Así que me comprometí a ayudarles y enseñarles en todo lo que pudiese en cuanto a la parte técnica: edición de audio, preparación de entrevistas, colocación de la grabadora… Y en lugar de verme como un intruso que llega a dar órdenes, cosa que me imagino que pudiese ocurrir en España, me acogieron como a uno más y fuimos durante 5 días como una familia. Y finalmente creo que yo aprendí mucho más. Y qué bonita sensación la de sentirse uno útil, ayudando y haciendo lo que le gusta. Una utopía en mi país que cada vez me aleja más de él.

Una de las ventajas del puesto que me había  tocado es que pude conocer varias áreas del festival, recorriendo muchas de las áreas para hacer entrevistas. Así, los abuelos y abuelas nos contaban sus experiencias de cómo habían aprendido a hacer la masa y hornear el pan, del arte de paciencia, dulzura y amor infinitos que se requieren para extraer la semilla del algodón, amontonarlo, colorearlo, extraer los hilos y tejer vestidos, un proceso que puede llevar semanas...pero el arte que más me fascinó entre todas fue ver cómo se obtiene el azúcar de caña.

La técnica consiste en un eje que va girando gracias a la fuerza de un caballo y aplasta y exprime la caña, de la que se extrae el agua. Una vez concetrada el agua en una tina grande, se hierve en un horno de barro a fuego lento durante 4 o 5 horas hasta que toma un color oscuro parecido al caramelo. Una vez ahí se envasa en moldes y se deja enfriar y endurecer. Y ya está lista la panela. ¡Y qué rica está!

Mucha parte del tiempo me dedicaba a editar los audios, ya que teníamos la obligación de lanzar una pista diaria y tenía que terminarse. El lugar de trabajo era caótico, pero un caos con amor. Imaginad la escena: una oficina del tamaño de un salón en la que trabajaban las áreas de cine, circo, radio, comunicación, redes y audiovisuales. El ambiente se respiraba por momentos sobresaturado de personas yendo y viniendo, con la música alta, gritos, risas, carcajadas…y dos pobres personitas intentando escuchar las grabaciones de audio de lo que se está editando. Recuerdo un momento que me iba a estallar la cabeza y apareció la salvación. De repente, escuché: ‘¿Alguien quiere mezcal?’ Sin dudarlo me levanté de la silla y me fui a tomarme 3 o 4 chupitos de esa bebida de los dioses, que luego rebajada con una cerveza fresquita aterrizó bien en mi estómago y en mi espíritu.   

Resulta que un grupo de danzantes del estado de Guerrero habían traído dos litros por cabeza de mezcal artesano de su pueblo. El mezcal es una bebida parecida al Tequila, pero elaborada artesanalmente y por eso quizá algo más fuerte. Y por ser extranjero se ‘ensañaron’ conmigo y me dieron de beber todo lo que el cuerpo me pidió…y lo que no también. ¡Y yo tan contento! Al final la pista quedó rodada y esa noche la pasé dando brincos con el concierto de música electrónica, con lo que a mi me gusta jejeje.

Y es que lo de ser extranjero es muy exótico. Recuerdo nada más llegar que un grupo de estudiantes nos rodearon a mí y a Esteban, un colega argentino, acribillándonos a preguntas e imitando mi acento con '¡Joder, tío! ¡Hostia!' y, de repente, conceder una entrevista a unos tipos que hacían un documental sobre el festival. Nada más llegar y ya parecíamos famosos jajaja. Desde el primer momento tuvimos que perder la vergüenza, nuestros rasgos no nos dejaban pasar desapercibidos.

El ambiente entre los voluntarios era genial, conocí a tanta gente en una semana que apenas puedo recordar 50 o 60 nombres si acaso… Pero siempre sonrisas y buena onda por todos los rincones, aunque fuera duro el trabajo. Las jornadas comenzaban levantándose a las 7.30 de la mañana y terminaban a las 6 de la tarde. Por momentos estuvimos rondando los 47 grados, pero eso no impedía llegar a desayunar, comer o cenar y compartir un buen rato de bromas y chistes. 

Las comidas fueron de lo mejor del festival. Acostumbrado a la dura vida del estudihambre, pasé a tener buffet libre tres veces al día de carne, pescado, legumbres, fruta y verdura en un mismo plato. Así que aproveché para comérmelo todo con los ojos y de paso ganar algunos kilos. A veces sentía que reventaba…pero siempre se podía probar algo nuevo.


Y ya a partir de las 7 comenzaban los conciertos, aunque la mayoría de los días  acabábamos tan cansados que los disfrutábamos desde el césped, sentaditos y con unas cervezas.  Aunque el primer día vino Chambao y allí estaba yo como loco con mi vena flamenca bailando y enseñando como si supiera  jajaja. También desfilaron por los escenarios Juanes, Julieta Venegas, Ziggy Marley (hijo de Bob), Pet Shop Boys, Nortec, Smashing Pumpkins y los que más gente congregaron, los Tigres.

Y la experiencia más mística quedó para el último día, que nos invitaron a un temazcal tras una entrevista. Es una especie de sauna de purificación con hierbas aromáticas en la que se evaporan todas las malas energías del cuerpo. Como era mi primera vez, intenté exprimir al máximo la experiencia y salí de allí volando y con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando abrí los ojos estaba ya recostado en una palapa, junto con mis compañeros, y escoltado por un grupo de ancianas totonacas que nos cuidaban y nos velaban.
 
Ya han pasado algunas semanas y el tiempo va desvaneciendo los miles de momentos, los recuerdos ya no se ven tan nítidos, por eso me dejo muchas cosas en el camino por contar. Fue una semana de intensa convivencia en la que dejo muchos amigos conocidos y por conocer, en la que he aprendido muchísimo y de la que sale otro nuevo yo, más consciente de que existen otras realidades, creencias y mitos tan válidos como los de la cultura imperante. Y que deben ser compartidos y cuidados.

Besos a todos!