jueves, 24 de noviembre de 2011

Dulce



La noche ha caído sobre la ciudad, y yo otra vez permanezco en la intensa vigilia, escuchando la conversación entre un piano y una trompeta, ¡qué lenguaje el jazz!

Pienso, yo también lo hago. Recuerdo tu cara iluminada, el brillo de tus ojos, esa sonrisa tan profunda. Como dos chiquillos por momentos rozamos la felicidad, instantánea, efímera, acosada por el raciocinio, rodeada de una niebla de incertidumbre. De ahí las mariposas que revolotean y hacen cosquillas en el estómago, será cosa de magia. Parece que fue ayer.


Me gusta cuando abrazas como si fuera la última vez, fuerte, fundiéndote, visceral, sincera, exprimiendo el alma hasta acompasar nuestros latidos con la precisión  de un diapasón. Me gusta cuando besas, despacio, descifrando cada poro de mi piel, marcando la senda que los ha de llevar hasta los labios. Me gusta cuando besas, apasionada, como una fiera desbocada, dando rienda suelta a los instintos, dejándote llevar.

Parece que fue ayer y ya te echo de menos, yo que un día colgué el cartel de cerrado por derribo, cerré la puerta y tiré la llave al mar. Ahora dime, sirena, si la encontraste, ¿serás tú la que restituya estas frágiles paredes de cristal?

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