Hola a todos!
Antes de contar lo que estoy haciendo y cómo me va me
gustaría hacer un texto a modo de introducción para dar a conocer al país desde
mi punto de vista, desde lo poco que he podido conocer, contrastar y saborear
hasta ahora. Me servirá en un futuro para descubrir sí ando yo tan
desencaminado o no, ahora que hace ya tres semanas que estoy por aquí.
No nos vamos a engañar, Guatemala es un país difícil. Las
cosas estructurales, las que pensamos que vienen dadas por la mano de Dios, de
las que no somos conscientes que están ahí, aquí no existen. Estoy hablando de
carreteras, tuberías, luz y agua corriente. Hay dos mundos muy alejados en
Guatemala: las poblaciones ‘urbanas’ y las comunidades rurales.
A los caminos que comunican las comunidades raramente ha llegado el asfalto. Muchas lavan
en el río, cocinan a leña y la luz de la que disponen es la gran bombilla que
nos ilumina a todos. Eso sí, la
Coca-Cola llega.
No se dan tanto estos problemas en las urbes, donde sí la
mayor parte de la población tiene acceso a electricidad y agua corriente. En estas poblaciones urbanas solo está
asfaltado el centro, los demás barrios tienen caminos de terracería, parcelas
ordenadas, pero no tienen drenaje de aguas residuales. Funcionan con un sistema
de acequias. No es nada recomendable beber agua del grifo. En las afueras, que
es donde yo estoy viviendo, los caballos, cerdos, perros, patos, gatos,
gallinas… viven sueltos y los puedes encontrar
a las veredas de los caminos, comiendo hierba o remojándose en el agua
de la acequia. ¡Y no se escapan!
Guatemala es un país que camina en moto. Es algo curioso que
no había visto hasta ahora. Chicos, chicas, señores, señoritas, abuelitas…
¡casi todos saben montar en moto de marchas! Muchas veces van dos, tres y hasta
cuatro en el bólido de dos ruedas. Dicen que es por dos motivos: es más barata
y son más accesibles para circular por los caminos, muchos de ellos maltratados
por las lluvias. Muy pocos llevan el casco y en muchas conversaciones salen
conocidos muertos en un accidente. Sin ir más lejos, esta semana dos huéspedes
de la asociación se salvaron por llevar casco. Un borracho a pie se les
atravesó en mitad de la carretera y para
esquivarlo se dieron la hostia. Aún querían encarcelarlos encima…
La comida no es tan variada como en Europa. La dieta se basa
en el frijol, el maíz, los huevos y en los días importantes se mata una
gallina. En las comunidades viven de eso. Una mala cosecha significa hambre.
Ahora mismo afecta una sequía al suroeste del país y se ha declarado estado de
emergencia.
En los mercados de las urbes hay frutas y verduras variadas,
pero no se encuentra tanta variedad y los precios son bastante caros a nivel
local. No toda la población puede acceder a todos los alimentos. No hay cultura
de huerto ni grandes plantaciones de alimentos que no sean los sagrados
frijoles o maíz, símbolo de la cultura maya.
Aquí la población indígena es más del 40% del país y junto
con el castellano existen 23 lenguas e identidades diferentes. En el norte,
donde yo estoy, predomina una de las etnias más importantes: los q'eqchi'.
Indígenas o no, la religión ha pegado muy fuerte. De España
se trajo y para mí es una de las grandes lacras que arrastra este país. Será un
capítulo aparte, pero en resumidas cuentas en una comunidad una iglesia va
antes que una escuela, con lo que se tiene a gente ignorante y analfabeta
controlada por la palabra divina, sin acceso ni oportunidades a una vida mejor.
Pero eso sí, todos tienen que contribuir al pastor (protestantes), que anda en
un buen carro y come en plato caliente todos los días. Sus hijos probablemente
vayan a escuela privada. Mientras tanto, la población encomienda su pobreza a
la voluntad de Dios, no acepta hablar del sexo, del uso del condón y a los 12 ó
14 una mujer ya está preparada para buscarse esposo y quitar a la familia de
una carga. Es un tema muy complejo y no solo influye la religión, por eso
trataré de investigar más a fondo. Pero lo cierto es que dificulta el
desarrollo personal, familiar y por ende, colectivo. En ocasiones me siento un
bicho raro, ya que la edad normal para casarse y tener hijos oscila entre los
17 y 25 años.
El tema candente que más preocupa a todos es la violencia. Este
país vivió una guerra que duró 36 años y que apenas acabó hace 18 años. El otro
día me decía un profe que Don José
Alfredo se equivocaba, es en Guatemala ‘donde la vida no vale nada’. La
muerte siempre está presente en el noticiero. La delincuencia y la violencia
están descontroladas, sobretodo en la ciudad capital. Casi todos tienen
historia propia o alguien conocido. Siempre hay alguien al que mataron, o al
menos lo intentaron, bien por la guerrilla, el ejército, o ya en el presente,
por un asalto o una pelea. O simplemente un mal gesto. Me contaban el otro día los
mismos del accidente que a un primo suyo lo balearon por contestar a la
vacilada de unos niñatos. Tres disparos le echaron pero se salvó. En cambio, en
las comunidades no suele pasar, ya que todos se conocen y la vida funciona como
un pueblo, un bloque.
¿Y qué hace el estado? El Estado no tiene fuerza o interés
para ejecutar las leyes, depende a quién le preguntes responderá una cosa u
otra. Hay una ley para mantener animales atados o una ley para andar con casco
en moto, pero no se hacen efectivas en la calle. En la capital están tratando
de prohibir que vayan dos personas en moto. Muchos asaltos se producen así, una
forma rápida de huir. Según me contaban, tu suerte puede depender de respetar
los semáforos en rojo o no. ‘Si uno anda solo por la noche, mejor no quedarse
parado’.
Eso sí, aprovechando la coyuntura del Mundial de fútbol aprobaron una ley para abrir las puertas al
demonio del maíz, Monsanto. Por suerte, las reivindicaciones han sido tan
fuertes que el gobierno la ha derogado. El próximo año hay elecciones…
Además, al parecer aquí los bares son lugares medio
peligrosos, donde solo van hombres y señoritas profesionales del placer. El
otro día estuve en uno y el ambiente me pareció feo. Bailarinas con derecho a
sexo pagado preñadas contoneándose a una barra, sin ritmo y sin ilusión,
obviamente, para un grupo de borrachos. Más que morbo, me daban pena. Los
lugares que yo entiendo como bar se encuentran en la capital o en los lugares
turísticos. La conclusión que puedo sacar es que la noche no es buena aliada.
Hay que saber por dónde se va y no ir solo. Me parece que tocan tiempos de paz
y reposo, lectura y reflexión. Y no vienen nada mal.
Estas y muchas cosas más son las que rodean a un país que
apenas empiezo a conocer por la zona norte, una zona bella, húmeda, verde y
tropical, aparentemente tranquila. Mi realidad es bien diferente, pero hay que
saber qué ocurre para saber cómo moverse.
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