En los viajes y en la vida me suelo guiar por lo que dice mi
intuición y por cómo esta se entiende con el entorno. Esta vez tampoco ha sido
muy diferente, señal posiblemente de que todo va bien. Las vibraciones estaban
siendo buenas y las sincronías, esas pequeñas causalidades, extrañas conexiones
de tiempo y lugar a las que no quiero buscarles explicación, solo sentir, también
me acompañaban, por lo que decidí aventurarme y probar de nuevo la experiencia
del Couchsurfing.
Para los que no lo conozcan, Couchsurfing es una red mundial
de viajeros que se ofrecen hospedaje e intercambio de experiencias entre sí.
Dependiendo del momento, uno puede ofrecer cobijo o solicitarlo. También suele
haber comunidades en cada ciudad donde se planifican actividades, se resuelven
dudas a los recién llegados, etc. Se
basa exclusivamente en la confianza y en un perfil donde los usuarios se
escriben referencias y comentarios sobre sus experiencias.
Esta forma de viajar ya la había probado en Xalapa, y la experiencia fue genial: entre otros, hospedé a una pareja de artistas argentinos que llevaban un año y medio viajando por carretera con presentado su obra y tendiendo la mano para recibir el abrazo latinoamericano. También, gracias a la comunidad, me permitió conocer a mucha gente que, luego serían buenos amigos.
Así que en esta ocasión y por primera vez iba a continuar mi
viaje con esta fórmula. Envié un par de solicitudes para mis próximos destinos
y en menos de una hora ya estaban aceptadas. ¡Bien! Ya tenía cubiertos los dos
próximos destinos en Bacalar y en la isla de Flores, ya en Guatemala.
Couchsurfing no es una manera de gorronear o buscar un
‘hotel gratuito’, aunque sí ayuda bastante a paliar los costes del viaje. Es
una forma de compartir experiencias, de sentirse formar parte del lugar a dónde
uno viaja, ser local desde la perspectiva de extranjero, es una forma de
aprendizaje fuera de la burbuja turística. Por un momento pensé en no hacerlo y
me imaginé yo solo en un hotel, pato mareado con el maletón a cuestas y un gran
silencio. ‘¿Qué coño pinto yo allí?’, pensé. Dudé de si me gusta viajar
completamente solo. De momento, creo que me parece aburrido o simplemente no
estoy preparado para ello. Y menos tan cargado de equipaje. Siempre es bueno
tener donde llegar, donde entregar la confianza, aunque esta sea la de un
perfecto desconocido. Gracias a estas iniciativas y a internet, hacen del mundo
un lugar más maravilloso.
La laguna de Bacalar era mi destino y allí llegué bajo un
sol que derrite el asfalto y convierte las camisetas en trapos chorreantes.
Tenía las señas del lugar donde iba a ser acogido y estaba a unos 4 km. A las
afueras del pueblo de Bacalar, a escaso 50 metros de las laguna, solo separadas
por la carretera federal. Me quedé
atónito al entrar…
La Casa de los niños del árbol es un fabuloso proyecto de
cuento, digno de ser relatado, apoyado y visitado si se tiene ocasión. Es el
templo del bambú, un remanso de paz, una vuelta a los orígenes con las
herramientas y los conocimientos del siglo XXI.
En México everything is possible. Me vuelvo
a reafirmar que en España nos sobra
formación, pero nos falta ambición, capacidad para emprender un proyecto,
pintar en la realidad los bocetos, las ideas. Pero lo cierto es que la
maquinaria de estado, las interminables listas de documentos, las tasas
prohibitivas, el capital mínimo… Nos lo ponen muy fácil para renunciar antes
incluso de empezar.
Christien es un chico de la gran generación del 84’ (la mía jeje) que dejó de estudiar arquitectura porque la educación formal no se alineaba con su forma de ver la vida, minaba su creatividad. Entonces hace cinco años decidió comprar un terreno de unas dos hectáreas y embarcarse en el proyecto de construir una eco aldea con bambú, con la intención de que fuera un lugar para dar a conocer el uso del bambú como un material sostenible, resistente y flexible. Y allí abre sus puertas a cualquier viajero que quiera conocer y quiera echar una mano, pues siempre hay algo que hacer allá.
Me reconoce que sí que es necesario estudiar y que quizá no
debió dejar los estudios tan pronto, pues tuvo que aprender muchas nociones básicas a
base de errores, de construcciones que no se soportaron. Pero también me afirma
que la educación machaca la creatividad y que muchas veces los proyectos quedan
limitados a la cabeza o como mucho al papel. En ambas tesis estoy de acuerdo.
En el campo del sur del Caribe los ritmos de vida los marcan
la luz y la intensidad del calor. Así me
tocó adecuar los horarios y levantarme sobre las 7 de la mañana para acostarme
a las 10 o las 11 de la noche. El trabajo para de 12 a 4 porque el calor es tan
intenso que apenas se deben hacer esfuerzos, tiempo de remojones en la laguna. En los casi tres días que estuve ahí tuve la oportunidad de colaborar con
Christien haciendo un pequeño reportaje fotográfico del lugar para que pueda
promocionarlo y más gente llegue a apoyarlo.
Aquí el enlace del lugar:
Aquí el enlace del lugar:
El último día tuve ocasión de asistir a una venta de
gallinas, perseguirlas y atarlas para llevarlas a otro impresionante proyecto, esta vez con ánimo de lucro: un eco hotel que necesitaba huevos para cubrir sus menús. Cómo corrían y se escurrían las jodías! Con cuidado y advertido de mis limitaciones físicas, también pude ayudar a Christien a pintar la puerta, trasplantar un limonero, pasear con la bici
por el pueblo, disfrutar de interesantes pláticas y varios chapuzones en la laguna, conocer amigos y
saborear de nuevo la hospitalidad de México.
A las 6 de la mañana del día siguiente un amigo de Christien me
llevó en camioneta hasta Chetumal, frontera con Belice para el penúltimo viaje,
que me iba a llevar a la Isla de Flores en Guatemala. Una tormenta impresionante había caído durante la noche y yo pensaba que nos íbamos a inundar allí, pero amainó ya para el amanecer. El autobús tenía prevista su partida a las 7 de la mañana y ahí le dije al compañero que debíamos estar. Yo estaba en tensión por que veía que no íbamos a llegar a tiempo y justo cuando llegamos me dijo: 'Ves? Las 7 en punto. Te dije que llegaríamos.' Me dio risa, de mi estrés europeo y de que al final al tran tran todo salga bien. Por suerte ya tenía una reserva y me estaban esperando, ya que solo íbamos a ser 4 para el largo viaje. Le di un abrazo y me despedí, quien sabe si nos volvamos a ver. Pero gracias por todo.
Hola! Gracias por tu relato. Sabes si queda muy retirado de la lagun ?
ResponderEliminarHola, pues no está enfrente de ella. Puedes escribirles en:
Eliminarhttps://www.facebook.com/La-Casa-de-los-Ni%C3%B1os-del-Arbol-Children-of-the-Tree-House--121198781294017/
Gracias por leer el blog! ;)
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