martes, 2 de septiembre de 2014

On the Road to Guatemala II (La Casa de los niños del árbol)



En los viajes y en la vida me suelo guiar por lo que dice mi intuición y por cómo esta se entiende con el entorno. Esta vez tampoco ha sido muy diferente, señal posiblemente de que todo va bien. Las vibraciones estaban siendo buenas y las sincronías, esas pequeñas causalidades, extrañas conexiones de tiempo y lugar a las que no quiero buscarles explicación, solo sentir, también me acompañaban, por lo que decidí aventurarme y probar de nuevo la experiencia del Couchsurfing.

Para los que no lo conozcan, Couchsurfing es una red mundial de viajeros que se ofrecen hospedaje e intercambio de experiencias entre sí. Dependiendo del momento, uno puede ofrecer cobijo o solicitarlo. También suele haber comunidades en cada ciudad donde se planifican actividades, se resuelven dudas a los recién llegados,  etc. Se basa exclusivamente en la confianza y en un perfil donde los usuarios se escriben referencias y comentarios sobre sus experiencias.



Esta forma de viajar ya la había probado en Xalapa, y la experiencia fue genial: entre otros, hospedé a una pareja de artistas argentinos que llevaban un año y medio viajando por carretera con presentado su obra y tendiendo la mano para recibir el abrazo latinoamericano. También, gracias a la comunidad, me permitió conocer a mucha gente que, luego serían buenos amigos.

Así que en esta ocasión y por primera vez iba a continuar mi viaje con esta fórmula. Envié un par de solicitudes para mis próximos destinos y en menos de una hora ya estaban aceptadas. ¡Bien! Ya tenía cubiertos los dos próximos destinos en Bacalar y en la isla de Flores, ya en Guatemala.

Couchsurfing no es una manera de gorronear o buscar un ‘hotel gratuito’, aunque sí ayuda bastante a paliar los costes del viaje. Es una forma de compartir experiencias, de sentirse formar parte del lugar a dónde uno viaja, ser local desde la perspectiva de extranjero, es una forma de aprendizaje fuera de la burbuja turística. Por un momento pensé en no hacerlo y me imaginé yo solo en un hotel, pato mareado con el maletón a cuestas y un gran silencio. ‘¿Qué coño pinto yo allí?’, pensé. Dudé de si me gusta viajar completamente solo. De momento, creo que me parece aburrido o simplemente no estoy preparado para ello. Y menos tan cargado de equipaje. Siempre es bueno tener donde llegar, donde entregar la confianza, aunque esta sea la de un perfecto desconocido. Gracias a estas iniciativas y a internet, hacen del mundo un lugar más maravilloso.

La laguna de Bacalar era mi destino y allí llegué bajo un sol que derrite el asfalto y convierte las camisetas en trapos chorreantes. Tenía las señas del lugar donde iba a ser acogido y estaba a unos 4 km. A las afueras del pueblo de Bacalar, a escaso 50 metros de las laguna, solo separadas por la carretera federal.  Me quedé atónito al entrar…

La Casa de los niños del árbol es un fabuloso proyecto de cuento, digno de ser relatado, apoyado y visitado si se tiene ocasión. Es el templo del bambú, un remanso de paz, una vuelta a los orígenes con las herramientas y los conocimientos del siglo XXI.

En México everything is possible. Me vuelvo a reafirmar que en España nos sobra formación, pero nos falta ambición, capacidad para emprender un proyecto, pintar en la realidad los bocetos, las ideas. Pero lo cierto es que la maquinaria de estado, las interminables listas de documentos, las tasas prohibitivas, el capital mínimo… Nos lo ponen muy fácil para renunciar antes incluso de empezar.





Christien es un chico de la gran generación del 84’ (la mía jeje) que dejó de estudiar arquitectura porque la educación formal no se alineaba con su forma de ver la vida, minaba su creatividad. Entonces hace cinco años decidió comprar un terreno de unas dos hectáreas y embarcarse en el proyecto de construir una eco aldea con bambú, con la intención de que fuera un lugar para dar a conocer el uso del bambú como un material sostenible, resistente y flexible. Y allí abre sus puertas a cualquier viajero que quiera conocer y quiera echar una mano, pues siempre hay algo que hacer allá.

Me reconoce que sí que es necesario estudiar y que quizá no debió dejar los estudios tan pronto, pues tuvo que aprender muchas nociones básicas a base de errores, de construcciones que no se soportaron. Pero también me afirma que la educación machaca la creatividad y que muchas veces los proyectos quedan limitados a la cabeza o como mucho al papel. En ambas tesis estoy de acuerdo.

En el campo del sur del Caribe los ritmos de vida los marcan la luz  y la intensidad del calor. Así me tocó adecuar los horarios y levantarme sobre las 7 de la mañana para acostarme a las 10 o las 11 de la noche. El trabajo para de 12 a 4 porque el calor es tan intenso que apenas se deben hacer esfuerzos, tiempo de remojones en la laguna.  En los casi tres días que estuve  ahí tuve la oportunidad de colaborar con Christien haciendo un pequeño reportaje fotográfico del lugar para que pueda promocionarlo y más gente llegue a apoyarlo.

Aquí el enlace del lugar:

El último día tuve ocasión de asistir a una venta de gallinas, perseguirlas y atarlas para llevarlas a otro impresionante proyecto, esta vez con ánimo de lucro: un eco hotel que necesitaba huevos para cubrir sus menús. Cómo corrían y se escurrían las jodías! Con cuidado y advertido de mis limitaciones físicas, también pude ayudar a Christien a pintar la puerta, trasplantar un limonero, pasear con la bici por el pueblo, disfrutar de interesantes pláticas y varios chapuzones en la laguna, conocer amigos y saborear de nuevo la hospitalidad de México.

A las 6 de la mañana del día siguiente un amigo de Christien me llevó en camioneta hasta Chetumal, frontera con Belice para el penúltimo viaje, que me iba a llevar a la Isla de Flores en Guatemala. Una tormenta impresionante había caído durante la noche y yo pensaba que nos íbamos a inundar allí, pero amainó ya para el amanecer. El autobús tenía prevista su partida a las 7 de la mañana y ahí le dije al compañero que debíamos estar. Yo estaba en tensión por que veía que no íbamos a llegar a tiempo y justo cuando llegamos me dijo: 'Ves? Las 7 en punto. Te dije que llegaríamos.' Me dio risa, de mi estrés europeo y de que al final al tran tran todo salga bien. Por suerte ya tenía una reserva y me estaban esperando, ya que solo íbamos a ser 4 para el largo viaje. Le di un abrazo y me despedí, quien sabe si nos volvamos a ver. Pero gracias por todo.

3 comentarios:

  1. Hola! Gracias por tu relato. Sabes si queda muy retirado de la lagun ?

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    1. Hola, pues no está enfrente de ella. Puedes escribirles en:

      https://www.facebook.com/La-Casa-de-los-Ni%C3%B1os-del-Arbol-Children-of-the-Tree-House--121198781294017/

      Gracias por leer el blog! ;)

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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