Ha habido mucha controversia durante los
últimos 50 años sobre la publicidad subliminal. Resulta que la leyenda aquella
del cine en el que se emitían mensajes ocultos como “Bebe Coca-Cola o Come
palomitas es falsa. El experimento, llevado a cabo por el norteamericano James
Vicary en 1957 causó mucho revuelo y en una época de psicosis y temor por la
guerra fría, se pensó que esta herramienta podría ayudar a los partidos a
manipular a la gente.
El experimento se repitió en los años 70 y fue
un fracaso. Fue entonces cuando Vicary desmintió la información y
confesó que todo había sido una invención. ¿Qué fue verdad entonces, lo primero
o lo segundo? Lo dejo a juicio personal de cada uno.
Pero la duda que me queda es: ¿Qué entendemos
por la publicidad subliminal y cómo es posible
identificarla? Vamos a ver pues. La Real Academia de la Lengua define
subliminal como:
1. Que está por debajo del umbral de la conciencia.
2. Dicho de un estímulo: Que por su debilidad o brevedad no es percibido
conscientemente, pero influye en la conducta.
Según estas acepciones, la publicidad subliminal sería el
conjunto de estímulos que se dirigen a la parte irracional del cerebro.
Por otra parte, dicen los neurólogos que el cerebro está
dividido en tres niveles diferentes: el cerebro reptil, el cerebro límbico y el
cerebro cortical. Mientras que el
cerebro reptil sería la parte más primitiva, donde se procesan los instintos
básicos (supervivencia, el deseo sexual, búsqueda de comida) y las emociones
relacionadas con ellos como el miedo, el asco o la pasión, los otros dos niveles
estarían relacionados con el aprendizaje, las demás emociones y la capacidad de
razonamiento.
La zona reptil está relacionada con la toma de decisiones y
el comportamiento humano, pues aproximadamente el 95% de las decisiones o
conductas que empleamos son irracionales, ya sean programadas, automatizadas o perpetradas
por impulsos.
En cuanto al mercado y la publicidad, en las últimas dos
décadas hemos visto una evolución en la forma de presentar los productos, que
dejan de ser puramente funcionales para tratar de ser emocionales. Los valores
y las emociones que evocan pasan a primer plano. Para ello, se ayudan de
herramientas como la psicología del color, las formas, la música, las
expresiones o los símbolos, con el objetivo de “pulsar” el botón adecuado para
que se establezca una asociación positiva entre la emoción y el producto. Como afirma Lindstrom en su libro Buyology, en muchos casos los estudios
demostraron que los consumidores no eran conscientes de las emociones que
estaba procesando el cerebro. Por tanto,
¿es esto una forma de publicidad subliminal?
Por otra parte, se ha demostrado que el olfato tiene una
conexión directa a la parte reptil del
cerebro, y es capaz de provocar emociones como el deseo sexual, el asco, el
miedo y ciertos comportamientos sociales. A partir de la percepción olfativa,
el humano hace un juicio para determinar si tal o cual cosa se puede ingerir,
tocar, es segura, etc.
Con este manual debajo del brazo muchas empresas se han
lanzado tratar de asociar ciertos olores con determinadas marcas. Y para tratar
de persuadir a los consumidores mediante esta vía, perfuman tiendas de ropa,
cadenas de restaurantes o envases o envoltorios de productos. ¿Es esto
subliminal?
Cuando ya no vale el lema de “mi producto es el mejor”
debido a la estandarización y las
mínimas diferencias que existen entre unos y otros, las compañías han buscado
otros métodos de creación de fidelidad, basados en las emociones y en las
decisiones irracionales.
Con estas nuevas formas de enfocar la publicidad, donde
intervienen más elementos que los clásicos (imagen, audio, música, texto),
quizá también haya que repensar el concepto de qué es y qué no es subliminal.
Por ejemplo, si Martin Lindstron reconoce que el patrocinio
de Marlboro en las carreras de NASCAR y F1 es un tipo de publicidad subliminal,
¿no lo es también el product placement? ¿O cierto perfume en todas las
sucursales bancarias de una misma entidad? ¿Realmente McDonalds vende
hamburguesas? ¿O vende la idea de pasar un buen rato, comer rápido alimentos
basura y que los niños coleccionen juguetes de personajes famosos? ¿Son
conscientes los consumidores?
Me quedan muchas dudas al respecto, pero lo cierto es que la
publicidad subliminal es muy difícil de detectar porque aún no están bien
definidas las líneas de qué está por encima o por debajo de la conciencia, aún
estamos en proceso de estudio. Pero me da la impresión de que está más presente
de lo que se piensa. De todos modos, no queda más remedio que esperar a qué se
saquen más conclusiones y, mientras tanto, yo desconfiaré de todo.
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