¿Qué onda güeyes?
Hace un tiempo que no escribo porque durante
el último mes he estado bastante ajetreado. Ya comenzaron las clases y he de ir
todos los días a la universidad. ¿Qué cosas, eh? Pues sí, todos los días tengo
clase y no puedo faltar porque a la sexta ausencia ya te dejan sin hacer el
examen. Además son bastante exigentes y casi todos los días hay algo que hacer. Así que procuro no faltar nada y guardármelas como si fueran
bonos, para algún viaje que haga en el futuro o por si tuviera algún imprevisto.
Lo peor de ir a la universidad es el viaje en autobús: todos
los días pierdo entre 40 y 60 minutos para ir hasta allí. Xalapa es un caos
respecto al tráfico. Según me dicen, la ciudad estuvo mal planeada y creció sin
ningún control. La mayoría de las calles son estrechas y no hay muchas avenidas
amplias. Así que lo mejor en hora punta es respirar profundo y dejarse llevar.
Eso o tirarse en el césped de cualquier parque. Pero yo no, yo tengo que llegar porque si tardas más de 15 minutos te quedas fuera.
Y otro problema que no me entra en la cabeza es que el servicio de
transporte no es público y los conductores van a comisión según los pasajeros
que entren, con lo que ellos mismos distorsionan los horarios para evitar las
horas de poca afluencia y sacar más tajadas. Conque a veces puedes estar esperando el bus una
hora. Pero bueno, creo que poco a poco le he agarrado la onda y procuro aprovechar
los viajes para leer o hacer alguna tarea. Y para volver la mayoría de veces siempre hay alguien que
me trae de vuelta al centro en coche, que son solo 25 minutos.
Luego, en los huecos que me quedan, y para sacar algo de
cash que me dé para ahorrar un poco, doy clases particulares de inglés. Tengo 3
alumnos y mi reconversión a maestro de idiomas ha sido mejor de lo que me
esperaba. ¡Hasta aprenden y todo! Pero sin duda el que más está aprendiendo soy
yo.
Y en cuanto a los licores ahí vamos, despacito, despacito, pues ya casi no hay tiempo para dedicarse. Pero nos los están vendiendo en una tienda de artesanías, en una licorería de unos señores gallegos que nos están ayudando mucho y en un mercado ecológico. ¡Y ya tenemos nuestro licor café! Solo me queda la duda de saber si realmente sacaremos algo de beneficio o me lo acabaré bebiendo jajaj.
Y en cuanto a los licores ahí vamos, despacito, despacito, pues ya casi no hay tiempo para dedicarse. Pero nos los están vendiendo en una tienda de artesanías, en una licorería de unos señores gallegos que nos están ayudando mucho y en un mercado ecológico. ¡Y ya tenemos nuestro licor café! Solo me queda la duda de saber si realmente sacaremos algo de beneficio o me lo acabaré bebiendo jajaj.
Y por lo demás ahí estoy, tranquilo, pero apenas con tiempo
para agarrar un buen soplo de aire fresco largándome unos días por ahí o
saliendo todos los días de fiesta como buen Erasmus desbocado, Santiago ahora
mismo se me hace una utopía inalcanzable. Y quizá el cuerpo ya no aguantaría
tanta sobredosis cuasi diaria.
Pero me da la sensación de que no voy a poder apenas ver nada de este país con lo grande que es. Estoy instalado en la rutina, haciendo una vida normal. Aunque sí que he conseguido hacer alguna escapada.
Hace tres de semanas fui a las fiestas de un pueblo que se
llama Tlacotalpan. Allí estuvimos hasta casi el amanecer tocando y bailando son
jarocho, que es la música típica de aquí y se parece mucho a la copla mezclado
con sevillanas. También fui a vender licores, pero vender lo que se dice
vender… ni uno, más bien nos los bebimos. La putada fue que nos robaron la
tienda de campaña (no te puedes despistar ni un momento) y se pasó toda la
noche diluviando. Nos tocó dormir debajo de un pórtico, humeditos, pero estuvo
de puta madre, conocimos a unos italianos y nos invitaron a ir a dónde viven,
en un pueblo en medio de la montaña donde se caen los mangos de los árboles de
tantos que hay!
Una semana después tuvimos la visita inesperada de una pareja de artistas argentinos que venían viajando desde Rosario, al norte del país. Para llegar hasta aquí habían estado viajando durante un año y medio y habían pisado todos los países: Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá…hasta llegar a Xalapa. ¿Qué cómo lo hacían? Pues haciendo malabares, artesanías, obras de teatro y repartiendo y recibiendo buena onda. Aunque ya andaban algo cansados, aún les quedan lo menos siete meses para volver. Los conocimos gracias a la página de Couchsurfing, la cual recomiendo a todos aquellos que aún confían en que los desconocidos pueden llegar a ser buenos compañeros. Como eran músicos el domingo me fui con ellos a tocar la armónica, que ya tenía mono, y no nos fue nada mal: con el show improvisado la gente nos dio de comer empanadas, tacos y gorditas, nos regalaron verduras los de las tiendas y también sacamos algo de calderilla. Y yo que solo quería tocar…
Por otra parte, ya llegaron los estudiantes de intercambio, no los de mi universidad, que sigo siendo el único. Los conocí el otro día, estuvimos tomando cervezas con botanas (tapas), salimos de fiesta y muy buena onda, ¡ya me hacía falta que me contagiaran la novedad de vivir en México wey!
El tiempo pasa volando, ya voy para cuatro meses acá y ya me voy ubicando y
manejando bien. Como me aburre comprar y
me indigna el despilfarro estoy empezando a abandonar la vida estándar de
supervivencia para volver de nuevo a mis
andanzas, ya no por cuestiones económicas, sino de sentido común.
Bueno ya no sé que más contar, ¡ah! Que en Semana Santa volveré
a ir al Caribe porque viene un colega: ¡Mr. Urban! Así que si alguien se anima aquí les
dejo esta página www.pullmanturair.com.
Besos a todos!
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