Hola y feliz año a todos! Llevaba un tiempito sin escribir
porque recién vengo de hacer el viaje
más largo y aventurero de los que he hecho, y espero que sea el primero de
muchos más. El recorrido han sido más de 3.000 kilómetros por carretera en un
periodo de casi tres semanas, con un presupuesto muy limitado, de unos 250
euros, con lo que ha habido que ingeniárselas para viajar, comer, beber, moverse y
entrar a los lugares.
Con ese presupuesto tan limitado decidimos que la mayor
parte del viaje la haríamos acampando y
para alimentarnos cocinaríamos. Así que de Xalapa salimos Berta, que es mi
compi de piso, Rodrigo, un amigo chileno, y yo como los caracoles o los gitanos,
con la casa a cuestas: ollas, mantas, frutas, verduras, latas, especias, vasos,
cubiertos, platos, etc. Imaginaros la escena. Y cinco botellas de nuestros
flamantes licores que no pasaron los controles y se las quedaron los mamones
huevones de la estación.

Así que allá llegamos atontados perdidos a reunirnos con
Rodrigo y Katia, otros dos amigos chilenos, a la playa de Tulum, de noche, pero
con la luna casi llena, con lo que ya podíamos intuir dónde estábamos: en el
paraíso maya, un lugar que solo había visto hasta entonces por la televisión.
El camping estaba apenas a un kilómetro de las ruinas mayas, la zona está
protegida y por eso el lugar es
intocable y las playas permanecen vírgenes, con sus palmeras dando cocos y
sombra, arenas blancas, aguas cristalinas y algunos pequeños corales con
pececillos de colores cerca de la costa, que ni se inmutan al paso de los
bañistas.
Pero lo que más me impresionó, aparte de las ruinas, que
están sobre un acantilado y están protegidas por decenas de iguanas, fueron los
cenotes, lugares sagrados para los mayas. Estos impresionantes agujeros en el
suelo están poblados de cuevas subterráneas de agua dulce que se mezclan con el
agua del mar. Bucear por ellos y ver la cantidad de colores y sombras, las
formas y pececillos que se esconden tras las raíces de los manglares no tiene
precio. Y realmente no lo tuvo, porque la entrada fue libre. En las orillas había
ejércitos de mapaches y tejones que esperaban cualquier descuido para robar
comida. Y así fue, nos robaron el pan.
El camping costaba 100 pesos la noche, pero si andabas tres metros esa propiedad pertenecía a otra persona y eran 50 pesos la noche, unos 3 euros. Nada de vallas ni protecciones. Así que al día siguiente movimos nuestras tiendas unos pocos metros.
Lo que menos me gustó de Tulum es que es una zona muy turística y ya no hay tanta amabilidad entre los comerciantes. Para ellos todos somos dinero con patas. Pero de nosotros no iban a sacar mucho… En este tipo de lugares hay dos precios: el precio turista y el precio autóctono. Entre estos precios hemos tenido que movernos todo el viaje. Por eso, es importante preguntar una y otra vez el precio a diferentes personas para saber después hasta dónde estirar la negociación. Al turista estándar todo le parece barato y todo lo paga, no le importa que le estén engañando.
Lo que menos me gustó de Tulum es que es una zona muy turística y ya no hay tanta amabilidad entre los comerciantes. Para ellos todos somos dinero con patas. Pero de nosotros no iban a sacar mucho… En este tipo de lugares hay dos precios: el precio turista y el precio autóctono. Entre estos precios hemos tenido que movernos todo el viaje. Por eso, es importante preguntar una y otra vez el precio a diferentes personas para saber después hasta dónde estirar la negociación. Al turista estándar todo le parece barato y todo lo paga, no le importa que le estén engañando.
¿Y cuál es la mejor forma entonces? Hacer un raid o que te
den un aventón. Así se llama en México a colocarse en la carretera, levantar el
dedo y ¡sacar la mejor de las sonrisas! Y con un poquito de paciencia funciona. Siempre te recoge
gente interesante de la que aprender algo o intercambiar información sobre
lugares y precios. El mejor fue un madrileño que no creía que yo fuese español.
¡Es que ya no sé ni qué carajo hablo! ¡Tuve que sacar mi mejor valenciano para
que se convenciera!
Rodrigo y Katia llevaban en Tulum una semana, pero venían de
estar unos meses por Guatemala. Nos lo vendieron tan bien que decidimos que ese
sería nuestro próximo destino. No estaba tan lejos, pero había que atravesar
Belice, un total de 4 fronteras y 3 diferentes monedas para llegar hasta allí.
Así que nos informamos lo mejor que pudimos y tras 5 días en el paraíso salimos
ya de noche rumbo a la terminal de autobuses bajo una tormenta que nos
despedía. Y con la arena pegada por toda nuestra ropa y enseres.
No me enredo más. ¡Ya
os contaré! Por cierto, como nunca he tenido cámara, no he podido hacer ninguna foto (el día que tenga una será el día que tenga mucho dinero y será la mejor. Y temblará tanto la cuenta corriente que no podré ni hacer estos viajes), colgaré fotos de Google y
de las que me vayan mandando por correo. He desarrollado una nueva técnica, aunque ya
estaba inventada: se llama Photostop y consiste en pedir fotos a toda la gente
que conoces y dar la dirección de correo. A ver cuántas llegan, pero será
divertido reconstruir el viaje a través de la gente que uno ha ido conociendo. De momento, solo tengo esta de los tejones y mapaches del cenote.
El zorromoco2 se expande por el mundo jajaja.
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