Tienen alguna relación el fervor religioso con la lealtad a
las marcas? Si hiciésemos esta pregunta seguramente obtendríamos multitud de
respuestas variadas, dependiendo del perfil y las creencias del entrevistado.
Posiblemente, a las personas más fanáticas les resultaría un sacrilegio mezclar
estos dos conceptos, ya que la religión para ellos representa lo más sagrado y
espiritual, mientras que las marcas no son más que la representación de lo
banal y lo superficial.
Pero eso era hasta que la publicidad decidió dejar de vender
productos para vender emociones, imagen social, estilo de vida o, resumido en
una expresión: cultura de marca. En ese momento, la marca dejaba tener un valor
puramente funcional para encumbrarse como algo más etéreo, intangible y
espiritual. Aunque sin perder su razón de ser, el producto.
A través del Neuromarketing se descubrió que, efectivamente,
se activan las mismas regiones del cerebro cuando una persona ve imágenes
religiosas que cuando lo hace con marcas muy posicionadas como, por ejemplo,
Marlboro o Harley Davidson. Entonces, la pregunta es: ¿por qué ocurre esto?
En su libro ‘Buyology’, Lindstrom señala que esto es debido
a que comparten varios factores como el misterio, los rituales, una visión y
misión claras o la capacidad de contar historias, aunque para mí estas
características no son tan relevantes.
La característica que me parece más importante es que tanto
las marcas como las religiones tienen en común que unen a la gente, crean un
sentimiento de pertenencia a una “sociedad” donde se sienten respaldados,
comprendidos y acogidos. Y creo que esto está relacionado, en parte, con los
instintos más profundos del ser humano. Igual que las manadas de ñus en la
selva africana, muchas especies de primates o incluso las termitas, los seres
humanos somos seres sociales y necesitamos vivir en grupo. Por tanto, necesitamos
aceptar y ser aceptados por los demás para estar dentro del grupo. Pero se
necesitan motivos, pretextos para hacerlo.
En sociedades animales más cercanas a nosotros, como los
primates, los motivos de aceptación son
la fortaleza, la estética o la antigüedad dentro del grupo. Los seres humanos
aplicamos en mayor medida estos baremos, a los que añadimos otros más
sofisticados, como en el caso que nos ocupa, la religión o las marcas. Por este motivo creo que este es el factor principal,
relacionado además con el cerebro primitivo, en el que están impresos nuestros
instintos y emociones más primarias.
Ahora, con análisis más precisos bajo el brazo, las
compañías estarán ideando técnicas sofisticadas de cómo aplicar la capacidad de
captación y congregación de las religiones para el uso en la mercadotecnia. De
hecho, Apple ya lanzó en 2011 una campaña que iba dirigida a estimular respuestas religiosas en el
cerebro humano.
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